Pues allí estábamos, lo digo en plural porque se trataba de Marta (mi novia), una enorme maleta y yo, esperando en el aeropuerto de Bilbao para coger un avión que me llevase a Heathrow (Londres). Se trataba del primer vuelo de los cuatro que tendría que coger en el largo de fin de semana que me esperaba. Largo, no solamente por la cantidad de kilómetros que me separaban de Reykjavik, sino por la cantidad de acontecimientos que me esperaban tanto mi, como a los otros cuatro finalistas del concurso organizado por Shure.
El viaje a Londres no tuvo el más mínimo interés, salvo cuando te das cuenta en la puerta de embarque de que acabas de perder tu teléfono móvil en la cafetería (!!!), así que, una vez en el aeropuerto, me preocupé por no pensar mucho en lo que se me venía encima durante las tres horas que me faltaban para coger el vuelo de Icelanair hacia Reykjavik.
Fue media hora antes de pasar por el control de seguridad, cuando alguien me llamó por mi nombre en la sala de espera del aeropuerto, era Antonio de Marianis, el finalista italiano. Me pareció un chico muy abierto y muy hablador, aunque también me dijo que no sabía ni una palabra de inglés, así que me tocaba hacer de intérprete durante todo el fin de semana (menos mal que entre italianos y españoles nos entendemos bien). Una vez pasado el control, ya en la puerta de embarque, nos encontramos con Jerry Sadowsky y Teodor Yankov, finalistas del Reino Unido y Bulgaria respectivamente. Me parecieron gente muy cercana, sin ningún tipo de complejo extraño y con un gran sentido del humor, la verdad es que congeniamos casi instantáneamente.
Por último, llegaron los chicos de Shure, Tom Colman, Paul Crognale y, al que más ganas tenía de conocer, Darren Ashford, la persona que ha estado detrás de todo el concurso, el playalong del concurso y la selección de los finalistas, además de tratarse de uno de los bateristas más ocupados de Londres.
Una vez en el avión, sólo tuvimos que esperar dos horas y media para llegar a Islandia. Lo que más curioso me resultó en el viaje fue justamente el aterrizaje, ya que nunca había aterrizado en medio de una nevada como la que estaba cayendo en aquel momento en Reykjavik, pero me parece que los islandeses están más acostumbrados a eso que nosotros a tomar el sol, algo que se podía comprobar cuando mirabas el cuenta kilómetros de cualquier taxista, ya que conducían a 60 Km/h por tramos donde no me atrevería ni a ir andando.
Ya por la mañana, bajamos juntos a la cafetería del hotel y allí conocimos al resto de la gente involucrada en el concurso: Nills Pröser, Jens Weinmann y Antonio Avilés, respectivamente Director de Marketing, Marketing Specialist y Sales Manager de Shure en Europa, este último español y además un tipo encantador. Además me quedaba por conocer al último finalista, Martin Klement, de Austria, con el que compartí mesa durante el desayuno.
Ya era hora de ponerse a trabajar. Una vez terminado el desayuno, nos subimos todos en la furgoneta del taxista más loco de todo Reykjavik, el cual nos obligó a escuchar alguno de los discos que tenía en la guantera a todo volumen en cuanto se enteró que éramos todos baterías. Nos dirigimos la tienda de instrumentos musicales que colaboró (y vaya si lo hizo) con el concurso, una vez allí nos dijeron que podíamos elegir un par de baquetas y subir al piso de arriba, donde nos esperaban seis kits de batería montados y listos para empezar con el masterclass de Darren. Si habéis visto las fotografías, os habréis dado cuenta de que se trataban de kits de la marca Pearl y platos Paiste. Nuestras baterías eran unas Visions VLX y la de Darren era un kit Masterworks, aunque todas sonaron espectacularmente bien. Lo cierto es que todos nos sentíamos como niños en la fábrica de Willy Wonka (al menos, yo sí que me sentía así) y cada uno eligió la configuración que más le gustaba.
En cuanto a micros, en el bombo llevaba colocado un Beta 91A, en la caja un Beta 181, un micro que me ha sorprendido mucho por lo versátil que es, funciona de cine para overheads y muy bien también en una fuente con mayor presión sonora, como una caja, algo que no había visto en mucho tiempo. En los toms contábamos con unos Beta 98 AMP y en overheads también contábamos con una pareja de Beta 181.
Durante la masterclass, que duró desde las 10 de la mañana hasta la tarde, estuvimos tratando los temas clásicos (técnica, fraseo, sonido, estilos) y, además, Darren nos contó bastante sobre lo que significa ser un músico de sesión. Es cierto que en aquel momento me sonó extraña su definición de este trabajo, pero sí es cierto que la diferencia entre un profesional y un amateur está en la “consistencia”, es decir, el profesional mantendrá siempre un mismo nivel en cada actuación,sin importar el número de fechas que tengas que repetir un repertorio, pero un amateur puede “salirse” unos días y otros bajar mucho el listón.
Finalmente, Darren nos dio unas instrucciones para la final. Se trataba de hacer un pequeño solo a modo de introducción (de unos 30 segundos) y luego seguir todos un ritmo sobre el que debíamos improvisar durante cuatro compases cada uno. También trabajamos en una parte B (se trataba de una frase de cinco semicorcheas) y un final en el que debíamos tocar la rumba-clave entre todos. Lo cierto es que sonaba demoledor.
Durante los ensayos me dediqué más a escuchar a cada finalista que a tocar realmente, me gustaban mucho las ideas de Jerry, el cual era mi favorito de los cinco, me fijé en la energía que transmitía Antonio, en la rara combinación entre música latina y rock de Martin y el peso y el volumen de Teodor.
Ya en el hotel, estuvimos tomando algo y manteniendo la típica conversación entre baterías, qué tipo de baquetas usas, qué batería tienes en casa, qué disco de Toto te gusta más,… Es cierto que durante aquel momento uno podía olvidar que estaba a más de 2000 Km de casa y estaba con sus amigos de cena.
El día siguiente, el sábado, nos dispusimos a coger un autobús para visitar la zona de los
géiseres y la catarata Gullfoss. Jerry no pudo acompañarnos debido a que tenía lo justo para volver a casa y no accedió a que le invitásemos entre todos, así que todos, incluido Darren Ashford, fuimos de viaje ese día.
No sé si habéis visto las imágenes del documental, pero el sábado hizo un tiempo mucho peor, imaginad una temperatura de -4ºC con un viento de 60 Km/h que hace que la nieve, que no dejó de caer durante todo el día, se te pegase a la ropa. Nunca había pasado tanto frío, pero lo curioso es que, a pesar de ello, veías pequeños riachuelos que emanaban del interior de la tierra. Es cierto que daban ganas de tocarlos, aunque se trataba de agua muy caliente, entre 80ºC y 120ºC, así que mejor no hacerlo (“por favor, no toquen el agua de los géiseres, sólo se tarda cinco minutos en cocer a todos los pasajeros del autobús”, nos dijo el chófer en un inglés bastante rudimentario).
En Gullfoss, la catarata, solamente Antonio y yo nos acercamos a verla, ya que el resto de los finalistas y Darren tenían tanto frío que casi ni salen del autobús. No me arrepiento del frío que pasamos, porque en esa zona, situada en un cañón horadado por el río, hacía un viento que te traspasaba. Las fotos que tengo de ese momento son inolvidables, aunque también fue inolvidable el resbalón que pegué en la escalera antes de llegar al mirador.
Una vez que llegamos al hotel, tuvimos tiempo para darnos un ducha hirviendo para recuperar la temperatura y salimos corriendo para cenar en un restaurante de tapas que estaba justo al lado del local donde íbamos a tocar, el Gamli Gaukaurinn. El restaurante tenía un extraño concepto de lo que significaban tapas y, por extensión, de la decoración y el ambiente. Había una bizarra mezcla entre carteles de corridas de toros, instrumentos musicales latinos y música de Enrique Iglesias, eso sí, la comida estaba muy bien.
Ya estábamos en el local, se trataba de un lugar auténtico, en el que los cañeros de cerveza estaban decorados con tambores y había antiguas mesas de mezcla colgando de las paredes. Nos acercamos a colocar nuestra batería, yo aproveché para colocar mi pedal de bombo doble y, después esperar hasta que empezase todo.
La noche comenzó con la actuación de Gulli Briem, batería de una de mis bandas favoritas de fusión europeas: Mezzoforte. Tocó un par de temas del grupo e hizo un solo que hizo temblar el suelo del Gamli.
Y llegó el momento, nos sentamos en nuestras Visions y comenzamos a tocar. Noté que, debido a tensión, los demás chicos, salvo Jerry, estaban tocando bastante más fuerte que durante los ensayos, aunque cada uno hicimos lo que teníamos que hacer. Es cierto que, una vez visto el vídeo, Jerry y yo teníamos nuestras batería detrás de las baterías de Teodor y Antonio, con lo que el público no pudo ver muy bien lo que se estaba cociendo detrás, pero ambos nos lo pasamos muy bien. Finalmente, cuando se volvió a repetir el nombre de cada concursante, la gente aplaudía, y este aplauso era registrado con uno de los medidores de decibelios que habían traído de Londres. El resultado fue el ya conocido, Antonio fue el ganador, aunque luego me enteré, por mediación de Teodor, que el segundo en votos fue él, seguido por mí, con lo que me llevé una alegría (en serio, pensé que había quedado el último).
Sin haber dormido, a las cinco de la mañana llegó un microbús que nos acercó al aeropuerto a Teodor, Antonio y a mí, con lo que tuvimos tiempo de sobra para felicitarnos, despedirnos en intercambiar direcciones, por si acaso alguno de nosotros tenía ganas de viajar por Europa dentro de poco.
Me encantaría agradecer y felicitar al equipo de Earpro, distribuidor de Shure en España, por el apoyo incondicional que me han dado desde el día en el que me avisaron de que había llegado a la final, y a todos los que han participado en el concurso: Nills, Jens y Alejandro, la gente de Islandia por mostrarse tan amables con cada uno, Darren Ashford, y en especial a los otros cuatro finalistas, con los que espero seguir en contacto en un futuro”.
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