En diversas ocasiónes, dentro de este ciclo de conferencias, hemos podido disfrutar de diferentes montajes en este mismo escenario, sin embargo el que hoy nos ocupa ofrece una originalidad que se sale de los conceptos de la ópera clásica, pues corresponde a una obra de texto surrealista donde la música contemporánea y el flamenco se funden para trasladar el mensaje del genial autor andaluz. Estas características permiten a la iluminación una libertad creativa que en otros géneros más encorsetados sería difícil desarrollar.
El iluminador escogido para esta original ópera fue Urs Schönebaum que ya ha trabajado en el Teatro Real en varias ocasiónes , concretamente en las operas “Rise and Fall of the City of Mahagonny”, “Der Rosenkavalier”, “La página en blanco”, “Così fan tutte” y “La conquista de Méjico”.
La presentación corrió a cargo de Ezequiel Nobili, miembro de la directiva de AAI, que además de introducirnos en la figura de Urs, agradeció al Teatro Real y a los patrocinadores, su inestimable ayuda para la realización de este tipo de eventos formativos.
Tras ese breve prólogo, Urs toma la palabra y en un correcto castellano, comienza ilustrándonos sobre su carrera profesional en la que lleva 15 años y en la que no ha dejado de trabajar en otros campos ( foto, video, etc ). Se inicia de manera atípica para los usos corrientes en nuestro país, pues era operador de cámara y aprendió fotografía en un estudio de arquitectura. Posteriormente pasa a trabajar con Max Keller, figura prominente de la iluminación en Alemania, donde se foguea en la profesión a través del teatro y opera de repertorio, que le permite experimentar la riqueza de variedad de los montajes a través del continuo y rápido cambio de producciones. Según nos confesó, es por esa época cuando decide dedicarse a la iluminación escénica por la inmediatez de la visión de resultados en comparación con la cinematografía.
Posteriormente, fue asistente de dirección de Bob Wilson con el que estuvo varios años y por él que expreso una gran admiración y al que atribuye definitivamente su vocación de iluminador. Trabaja en grandes teatros y con el rígido método que caracteriza al director americano. Posteriormente colabora con figuras de la escena mundial incluyendo varias producciones con la Fura dels Baus o con el el director alemán Hanneke, lo que le proporciona una amplia visión de estilos de iluminación.
Respecto al montaje que nos ocupa Urs reveló, que por falta de tiempo, trabajó prácticamente en vivo, sin información previa y sin conocer la música. Asimismo la lentitud en la colocación de la escenografía era una dificultad añadida, pues entorpecía la instalación de las luminarias.
Un reto así, no hubiera sido posible sin la inestimable colaboración o mejor dicho complicidad del departamento de iluminación del Teatro Real dirigido por Angel Palomino. La estrecha relación profesional cimentada en montajes anteriores fue determinante para solucionar las atípicas exigencias que requería el espectáculo.
Otra limitación de la iluminación, es la presencia de una pantalla trasera con personajes en escena. Asimismo, Urs nos manifestó su desagrado por trabajar con suelos de danza con brillo , como en este caso, por lo incontrolable de los reflejos.
Todo ello le hace decidirse, como forma de afrontar estos problemas, a usar como concepto de base una caja de danza con mucha luz lateral de calles pegadas a las galerías. Para la iluminación de contra, utiliza HMI de 4 Kw y para el tratamiento de personajes usa “cajas de luz “hechas con móviles y evita cuando puede la luz general.
En cuanto a la escenografía propiamente dicha, Urs se encuentra con tres ambientes principales muy diferentes a iluminar a lo largo de la ópera.
El primero está caracterizado por dos elementos que dominan la escena y la atención del público. Por un lado, la utilización de varios paneles de diversas formas, que bajando del peine de manera frontal se distribuyen de manera aleatoria permitiendo transparencias y ocupando la zona de actuación. Estos paneles dificultan enormemente el tiro de los focos.
Por otra parte, el que es quizá el elemento más icónico del montaje: el LABERINTO , que dibuja en el suelo una figura de un camino marcado fuertemente con luz de leds y que forma una poderosa imagen. Para conseguirlo es necesario reducir la intensidad general. Esto penaliza notablemente la visión de los personajes .
Todas estas limitaciones le obligaron a solucionarlas incluyendo elementos de la iluminación en la escenografía. Esto se logra mediante la colocación de tiras de leds en el borde inferior vertical de los paneles y la instalación de láminas de plástico reflectante en el fondo de las estructuras de metacrilato que portan los leds que conforman el laberinto. Con estas dos medidas resuelve el problema de la luz de los personajes.
En cuanto a la tonalidad cromática, en esta parte predominan los colores fríos, sin apenas cambios.
El segundo ambiente está dominado por la presencia de dos gigantescos espejos situados de hombro a hombro, coincidiendo en el eje central del escenario en ángulo de 60º aproximadamente, siendo apreciado desde la sala con la forma de un libro abierto.
Este recurso origina múltiples efectos visuales. Aquí la iluminación es fundamental para lograr dichos efectos. Se juega con la simetría y la aparición súbita de personajes en la luz provoca multiplicidad de figuras que llenan visualmente la escena y le dan un aspecto caleidoscópico, muy acorde con la naturaleza surrealista de la obra.
Pero para lograr el efecto deseado, es preciso una exactitud extrema en los ángulos y enfoques, pues cualquier mínimo error cuando se trabaja con espejos trae consecuencias graves, siendo el deslumbramiento la más frecuente.
Los colores aparecen en escena en tonos rojos y verdes principalmente.
El último ambiente es el espacio escénico vacío. Esto implica que los problemas que planteaba la escenografía desaparecen, que la dirección de la luz ya puede ser utilizada desde cualquier posición, que se puede trabajar con generales, etc. De alguna manera el diseñador recupera la libertad sin cortapisas.
En esta parte, es el color el que tiene el protagonismo. Se rompe la ambientación fría y cromáticamente pobre de la primera parte y el medido encorsetamiento de la segunda. El uso de colores primarios y saturados funciona, dando al escenario, una expresividad que en partes anteriores se conseguía a través de los elementos escenográficos.
Según nos indicó Urs, la primera parte la consideraba más artística, la segunda más técnica y la tercera significaba la sencillez frente al surrealismo de la obra.
En definitiva, Urs nos mostró un trabajo atípico y bastante problemático, donde su experiencia y profesionalidad junto a la entrega y trabajo de la plantilla técnica del Teatro Real, lograron un resultado brillante y muy apropiado a una ópera de estas características. Conseguir equilibrar los distintos requerimientos de la obra en condiciones tan poco favorables, es sin duda un reto nada fácil.
Tras casi dos horas, en las que la exposición de Urs y el consiguiente turno de preguntas nos proporcionaron una idea bastante aproximada del montaje, el acto llegó a su fin.
Ángel Palomino, miembro de AAI, entregó a Urs una placa conmemorativa agradeciendo su disposición a compartir con nosotros las claves de su diseño.
La tradicional foto de grupo puso punto final a un “Encuentro de la Luz” más, en el que los aspectos didácticos y divulgativos de nuestro trabajo se vuelven amenos e interesantes, gracias a los mejores profesionales que comparten su tiempo y conocimientos en un ambiente distendido y agradable. Esperamos impacientes la siguiente cita.
autor: Tito Sainz de la Maza (Socio AAI)